Historia de la División de Ciencias Básicas e Ingeniería


La historia de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) fue creada a partir de una iniciativa de ley enviada al Congreso de la Unión por el Poder Ejecutivo en octubre de 1973 y aprobada con modificaciones en diciembre del mismo año. Su primer Rector General fue el Arq. Pedro Ramírez Vázquez. En la Unidad Iztapalapa, la primera en iniciar actividades docentes en septiembre de 1974, el primer Rector fue el Dr. Alonso Fernández González y el primer Director de la División de Ciencias Básicas e Ingeniería (DCBI) el Dr. Carlos Graef Fernández, quien ocupó la Dirección de marzo de 1974 a febrero de 1977, y nombró como Secretario Académico al Dr. Fernando del Río Haza.  

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La UAM se regía por la Ley Orgánica que entró en Vigo el 1º de enero de 1974, sin que hubiera en aquel momento ninguna otra reglamentación ni normatividad. Para discutir y tomar decisiones sobre diversos asuntos programáticos, organizacionales, presupuestales y otros, se hacían reuniones en las que participaban el Rector General, loa rectores de las tres unidades, los directores de las divisiones, los secretarios académicos de distintos niveles y los jefes de departamento. Más adelante estas reuniones darían lugar al ahora muy formal Colegio Académico. La mayoría de los participantes provenía de instituciones nacionales de educación superior como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la Universidad Autónoma de Chapingo y fueron quienes definieron, de manera muy pragmática, las características de cada una de las unidades y las divisiones, pues en las reuniones se puso de manifiesto la posibilidad de establecer diferentes modelos de docencia e investigación, y en razón de ello la UAM cuenta con unidades muy claramente diferenciadas. De igual manera, cada división cuenta con su propia identidad, y al interior de ellas, los departamentos tienen rasgos distintivos.  

La División de Ciencias Básicas e Ingeniería cumplió un papel muy importante en la definición de la Unidad Iztapalapa como la más apegada a los esquemas educativos tradicionales al adoptar lo que podríamos denominar “modelo internacional de las ciencias e ingeniería” que, aunque era el que varios profesores habían seguido en la UNAM, en la nueva Universidad se distinguía por la búsqueda de lo novedoso en la organización departamental y las áreas de investigación.

Desde antes de iniciarse las clases, en CBI se hacían juntas equivalentes a las del actual Consejo Divisional. La primera se llevó a cabo en las oficinas que la UAM tenía en la calle de Insurgentes Sur, por el rumbo de San Ángel, y la segunda ya pudo celebrarse en las instalaciones de Iztapalapa, recién construidas. La Unidad adquirió muy rápidamente una identidad particular.

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La planta académica se integró bajo la responsabilidad del Director y de los jefes de departamento. En CBI se definieron primero los grupos docentes de los departamentos de Física y Química y de Matemáticas y, ante cierta escasez de personal calificado, particularmente en el área de eléctrica, tras un proceso más largo se integró el personal de ingeniería. Al poco tiempo se decidió la separación de Física y Química en dos departamentos, que sirvió para consolidar a los primeros, mientras que el Departamento de Ingeniería logró afianzarse paulatinamente.

La creación de los grupos de investigación se hizo por invitación expresa de los jefes de departamento, que eran quienes decidían los perfiles de los investigadores que se requerían en las diversas áreas. Cabe aclarar que, aunque no existían comisiones dictaminadoras formalmente establecidas, sí se cuidó que hubiera cierta uniformidad en el nivel del personal académico; se reunían para ello comisiones formadas por el Secretario General de la UAM y tres directores de división que revisaban los currículos de los investigadores propuestos.

Durante el proceso de definición de funciones, los profesores con capacidad de liderazgo fueron asignados a las diferentes áreas de los departamentos. Cada profesor organizó su área de acuerdo con los objetivos que consideraba prioritarios, de modo muy práctico, y naturalmente ciertos esquemas funcionaron mejor que otros y a la larga se convirtieron en referentes para las otras divisiones. Hubo innovaciones de relevancia nacional, como fue la importancia de los primeros cursos autónomos de física experimental en el país, con ellos se rompió el paradigma de usar laboratorios para hacer “prácticas” y demostraciones, y no, como debe ser, aprender a experimentar.

Antes de dar inicio el primer trimestre, algunos de os profesores de la División dieron pláticas sobre docencia en las diferentes áreas curriculares de Ciencias Básicas e Ingeniería. También se organizó un ciclo de conferencias relativas a la didáctica, la pedagogía y la docencia en el que participaron especialistas de primer nivel, como el Dr. Pablo Latapí Sarre.

Al inicio del primer trimestre de actividades, sólo 13 profesores de la División tenían doctorado y pocos de ellos – Carlos Graef, Juan de Oyarzábal, Leopoldo García Colín y Fernando del Río – tenían una práctica mayor que un post doctor; los demás aún adquirían esa experiencia.

Quienes participaron de este proceso de creación de la División de Ciencias Básicas e Ingeniería lo hicieron con buen ánimo y mucho entusiasmo, con la certidumbre de que el proyecto que se estaba desarrollando era de importancia prioritaria para la juventud mexicana y de que contaba con todo el apoyo financiero y logístico por parte del gobierno federal. Ante la falta de reglamento y de órganos colegiados que tomaran decisiones, la planta académica tuvo que actuar con voluntad de servicio y sentido común, elementos que probaron ser suficientes para lograr el exitoso egreso de las primeras generaciones.

En el interés por crear una universidad con un esquema distinto al de la UNAM, destaca el sentido de comunidad participativa con que se trabaja en la UAM. Por una parte, y quizá como producto de la entonces reciente experiencia estudiantil de 1968, se procuró dar cabida en todo momento a una representación de los alumnos en los procesos de toma de decisiones. Por la otra, en lo relativo, en lo relativo a su organización y contrariamente a lo que ocurre con la estructura vertical de la UNAM, resulta sintomático que las autoridades no sean definidas como “funcionarios”, sino como Órganos Unipersonales.

La creación e inauguración de la UAM fue apoyada en todo momento por los medios de comunicación en un ambiente de aprobación plena a las universidades públicas. La UAM era una opción muy atractiva para los jóvenes que buscaban enfoques novedosos en la educación superior y para los padres de familia que estaban dispuestos a pagar cuotas módicas por la formación profesional de sus hijos. Así, aunque el planteamiento original fue el de una universidad para los habitantes del Distrito Federal y la zona metropolitana, muchos de sus alumnos provinieron de los estados de la República.

La creación de la División de Ciencias Básicas e Ingeniería de la UAM Iztapalapa se dio en un entorno de plena libertad para proponer proyectos y arrancar ideas, con una certidumbre financiera total, y con todos los apoyos políticos necesarios para dar viabilidad a la Institución en el corto, mediano y largo plazos.

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Texto tomado de:
Mirando al futuro. 35 Aniversario. Evolución y Desarrollo de la División de Ciencias Básicas e Ingeniería.
Compilador. Verónica Medina Bañuelos
2009, Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa
División de Ciencias Básicas e Ingeniería